Novato na seleção, Filipe Luis se apresenta ao torcedor brasileiro

Mientras Lotina se desgañitaba en el área técnica pidiendo un centro a Filipe, el brasileño bien podía estar escuchando sonar dentro su cabeza la cancioncilla que Riazor dedicaba en su época al ‘Turu’ Flores. Corría el minuto 82, y sin pensarlo, armó la zurda y destrozó la portería de Gustavo Munúa. Una obra de arte, una bomba cuya onda expansiva alcanza a todos: a la prensa, a la afición, a Lendoiro, a Laporta, a él mismo. Y eso que Filipe llegaba al encuentro con dudas sobre sus opciones de participar en el mismo por unas molestias en la rodilla.

El propio Lotina lo comentaba el sábado, en el momento de hacer pública la lista de convocados para el partido de ayer. “Filipe tiene un problema en la rodilla, no parece grave, pero no sabemos muy bien qué es. Si tiene dudas, no quiero que juegue”. Menos mal que la rodilla respondió y Filipe fue parte del once. Porque, con suzambombazo desde 25 metros, el brasileño ha cambiado la cara a la semana que hoy empieza. Poco se habla de las dificultades que sigue mostrando el equipo a la hora de crear fútbol y goles, especialmente cuando se encuentra con equipos dispuestos a ceder la iniciativa casi por completo. Todo queda eclipsado por el meteorito que Filipe envió a la escuadra de Munúa. Mañana habrá cientos de entrevistas con el de Jaraguá do Sul en todos los diarios gallegos.

Pero las consecuencias no se terminan en el plazo más corto, en los comentarios de prensa y aficionados. Lo más importante es la repercusión que el golazo y los consecuentes elogios pueden tener en el ánimo del propio jugador. Me cuenta mi compañero Alberto, y coincido con él, que a Filipe se le sigue viendo algo tristón, como mirando nostálgico desde el andén el tren catalán que se le escapó este verano. Las convocatorias con Brasil, un debut con la canarinha que está al caer, y el reconocimiento general de su calidad deben impulsarle a creer en que para futbolistas de su rango siempre hay lugar en la plantilla de los grandes.

Y esos detalles, los que se ven sobre el césped y dan los puntos, son los que también deben ayudarle a recuperar, hasta cierto punto, el cariño de la grada. Porque aunque él repita hasta la saciedad que “nunca” hizo “nada en contra del público”, y aunque ayer no se oyese ni un silbido ni una mala palabra en el estadio, sus ‘esfuerzos’ para convencer a Lendoiro de que aceptase la pírrica oferta culé no han sido del todo olvidados por parte de la afición blanquiazul. Es difícil que recupere suviejo status de ídolo, pero su profesionalidad le granjeará, a buen seguro, elrespeto de una hinchada reflexiva como la de Riazor.

Pero sin duda, el primer tanto de la posguerra se lo anota Augusto César Lendoiro ante Joan Laporta. Los que seguimos al Deportivo cada semana no necesitamos un golazo para saber de las cualidades de Filipe, pero a fin de cuentas, son esos lances los que tienen trascendencia a nivel nacional e internacional. Mientras ve la repetición televisiva del obús, el presidente blaugrana empezará a comprender por qué su homólogo blanquiazul se resistió a soltar a su perla incluso viéndose acorralado por las circunstancias. Y quién sabe, quizás la próxima vez saque la chequera (como hizo con Chigrinsky) en lugar de ponerse a jugar con los sueños y los nervios de un gran lateral.